Hace un año o dos atrás, y producto de la desaparición de varios de nuestros gatos, me decidí a enviar una carta a dos de los periódicos de circulación regional, siendo publicada en ambos. De ella repetiré ciertos temas que me atrevo a plantear tras una experiencia personal de 25 años como dueña de gatos, y también de la experiencia compartida con El Nino, quien anoche me hizo un regalo enorme, inesperado y valiosísimo, a saber y textual: “te regalo todas las cosas que se me ocurren, para que las uses en tu blog”, entonces entiendo que en el regalo se incluyen aquellos tópicos que hemos conversado y discutido como amantes de los gatos, entre muchos otros…
Por muchos años el gato ha sido temido, despreciado, desprestigiado como una criatura oscura, envidiosa y maligna. Sin ir más lejos una de las supersticiones más comunes es la mala suerte que trae el cruzarse con un gato negro, históricamente asociados al mal y a la compañía de las brujas. Sin embargo, siendo realista les pregunto: ¿cuántos gatos han causado la muerte directa y gratuitamente producto de su ataque a niños, ancianos y/ o adultos en el último año en nuestro país, por ejemplo? O ¿Cuántos reportajes y noticias han dado cuenta de la muerte de un humano a manos de un gato en los últimos 15 días?. Me atrevería a decir que ninguno, entonces ¿ donde está la maldad de estas pequeñas y salvajes criaturas que ofician de mascotas?.
Más aún ¿ quien de ustedes usa un gato o varios gatos como resguardo en vuestras casas?? ¿ Quien de ustedes ha logrado que un gato obedezca una orden y se tire al cuello de una persona logrando dominarla? Nuevamente aventuro a decir que ninguno. Cuando vean un gato en sus patios, salpíquenlo con agua o simplemente grítenle - ¡Sale!- y vean lo que sucede… el gato simplemente huirá despavorido, no los morderá, amenazará con sus dientes y garras o les gruñirá. Si es un ejemplar dominante, como mucho se irá a paso lento y marcará el territorio. Los arañones y mordidas suelen ocurrir en situaciones puntuales en las que sienten dolor y están impedidos de huir.
El gato es una mascota noble, cariñosa, incondicional, con personalidad propia que no se transforma en carga. Puedes dejarlo solo varios días y te recibirá con afecto y alegría, si no le dejas alimento ( qué mal amo!) se lo procurará el mismo como también es capaz de encontrar donde guarecerse. Además, por regla general ocultan sus deposiciones y procuran la limpieza en sus cuerpos; un gato dedica entre 5 y 10 minutos a limpiarse varias veces por día, incluso se limpian mutuamente entre ellos.
Pude haber dicho mucho más de ellos, pues hay mil cosas que decir y probablemente lo haga en una próxima entrega. Por ahora y para quienes gustan de la literatura -y son desprejuiciados con los gatos- recomendaré: “Los gatos de Ulthar” de H.P. Lovecraft; “Mi vida con el Lama” de Lobsang Rampa ; “El gato Negro” de Edgard Alan Poe y el texto que usamos para nuestro parte matrimonial : “Oda al gato” del poeta Pablo Neruda que dejo a vuestra disposición. Maullidos
P.
ODA AL GATO
(PABLO NERUDA)
Los animales fueron
imperfectos,
largos de cola, tristes
de cabeza.
Poco a poco se fueron
componiendo,
haciéndose paisaje,
adquiriendo lunares, gracia, vuelo.
El gato,
sólo el gato
apareció completo
y orgulloso:
nació completamente terminado,
camina solo y sabe lo que quiere.
El hombre quiere ser pescado y pájaro,
la serpiente quisiera tener alas,
el perro es un león desorientado,
el ingeniero quiere ser poeta,
la mosca estudia para golondrina,
el poeta trata de imitar la mosca,
pero el gato
quiere ser sólo gato
y todo gato es gato
desde bigote a cola,
desde presentimiento a rata viva,
desde la noche hasta sus ojos de oro.
No hay unidad
como él,
no tienen
la luna ni la flor
tal contextura:
es una sola cosa
como el sol o el topacio,
y la elástica línea en su contorno
firme y sutil es como
la línea de la proa de una nave.
Sus ojos amarillos
dejaron una sola
ranura
para echar las monedas de la noche.
Oh pequeño
emperador sin orbe,
conquistador sin patria,
mínimo tigre de salón, nupcial
sultán del cielo
de las tejas eróticas,
el viento del amor
en la intemperie
reclamas
cuando pasas
y posas
cuatro pies delicados
en el suelo,
oliendo,
desconfiando
de todo lo terrestre,
porque todo
es inmundo
para el inmaculado pie del gato.
Oh fiera independiente
de la casa, arrogante
vestigio de la noche,
perezoso, gimnástico
y ajeno,
profundísimo gato,
policía secreta
de las habitaciones,
insignia
de un
desaparecido terciopelo,
seguramente no hay
enigma
en tu manera,
tal vez no eres misterio,
todo el mundo te sabe y perteneces
al habitante menos misterioso,
tal vez todos lo creen,
todos se creen dueños,
propietarios, tíos
de gatos, compañeros,
colegas,
discípulos o amigos
de su gato.
Yo no.
Yo no suscribo.
Yo no conozco al gato.
Todo lo sé, la vida y su archipiélago,
el mar y la ciudad incalculable,
la botánica,
el gineceo con sus extravíos,
el por y el menos de la matemática,
los embudos volcánicos del mundo,
la cáscara irreal del cocodrilo,
la bondad ignorada del bombero,
el atavismo azul del sacerdote,
pero no puedo descifrar un gato.
Mi razón resbaló en su indiferencia,
sus ojos tienen números de oro.